Yo también dije “NO SOY FEMINISTA”
Este relato está dedicado a todas esas mujeres se llaman a sí mismas NO FEMINISTAS, está dedicado a las que luchan todos los días por todas, a las que levantan su voz desde su trinchera, incluso a las que piensan erróneamente que el Feminismo es el extremo del machismo. Gracias a todas esas mujeres que ya se reconocen como mujeres y cargan en el vientre el sagrado femenino alumbrando su camino. Gracias porque nos despiertan. Gracias a Ellos, los que honran a las mujeres y levantan su voz por Nosotras, porque este es un proceso de despertar, un proceso en el que conforme despertamos nos debemos ir volviendo compasivos despertadores.
No se trata de atacar, se trata de que seamos más reconociendo nuestro poder.
Las amo a todas.
#GrlPwr
En mi infancia aprendí que las niñas eran voraces. Crecí en un colegio femenino y, digamos, que mi situación no era favorable, era la mezcla perfecta para el bullying.
Eso se quedó metido en mi: el miedo a las mujeres. Según yo eran voraces, agresivas y no estaba equivocada, solo que estaba viendo nuestra sombra, no nuestra luz.
Era un miedo muy escondido detrás de un argümento que yo repetía como si de ello dependiera la salvación del planeta: yo me llevo mejor con niños.
Yo era “un tornillo más”, “un brother más” a quién “ellos” le podían contar todo. Tuve grandes amigos y no digo que no tenga grandes amigas del pasado, claro que las tengo, pero en mi juventud temprana, predominaban mis amistades con hombres, además sentía que me identificaba más con ellos.
Crecí así. Para mi, las mujeres éramos muy cansonas y lo hombres ya debían tener suficiente de nosotras. Y con ese pensamiento diminuto y estúpido tomé mi computadora, hace algunos años, y escribí la columna más desafortunada de la historia.
Es neta, debería de haber un premio para el escrito menos responsable del paneta, yo me lo habría ganado, sin duda. Como dicen… hay piedras en el camino. Aunque esta fue un monolito.
Desde el título hasta el último punto, fue atrevido y en definitiva agresivo para las de mi género, sobre todo para todas aquellas que luchan por la verdadera igualdad, por cambiar las creencias de nosotras las mujeres y con ello tener un mundo más justo para nosotras y para ellos.
Claro, yo no lo veía, ¿por qué? Porque yo vivía en un mundo aparentemente justo, aunque en los pasillos del periódico en donde trabajaba decían que me acostaba con el director y por eso yo tenía una columna. Qué huevos… ¿lo curioso? Mujeres también lo decían.
En mi mundo aparentemente justo con nosotras, guardé un abuso como secreto hasta el año pasado porque la carga de creencias que tenía, no me permitía abrir la boca sin importarme nada y decir “esto me pasó”, sin culpa, sin miedo a que me juzgaran y mucho mejor: a pesar del miedo a matar a mi padre de un infarto al conocer tan dolorosa verdad.
En esa infortunadísima columna, yo puse el punto final hasta con orgullo, lo recuerdo. De verdad pensaba que el feminismo era una exageración, que ya no se necesitaba y que ya lo superaran (es molesto hasta aceptarlo). Lo más triste de todo es que no tenía ni puta idea de lo que era feminismo y como el que no sabe, no ve, yo no veía ni madres, solo mi punto de vista diminuto y hasta incoherente con lo vivido.
Por supuesto, como era de esperarse me pegaron una revolcada en redes que jamás olvidaré. Una buena amiga mía, mentora y feminista por su parte, al leer tremendas atrocidades me llamó para ayudarme a ver lo que había hecho y desatado. Me recomendó un par de libros para comenzar a romper con la maldición de la ignorancia.
Lo que era obvio, del periódico me llamaron, feministas con peso estaban furiosas con mi exposición nacional de ignorancia.
En esa marabunta de emociones y caídas de 20 como si fueran bloques de cemento en mi cabeza, me di cuenta que estaba, como dicen en mi tierra: meando fuera del tiesto y que debía ofrecer una disculpa, y más allá de eso debía despertar: leer, informarme y salir del hoyo negro de la ignorancia.
Obvio, al leer mi respuesta, todas estas mujeres agredidas creerían que no me quedaba de otra, que me hicieron manita de puerco o que la vergüenza no me dejó, y era un poco verdad: no me quedaba de otra porque era lo correcto, me hizo manita de puerco mi propia ignorancia y error al opinar de algo que no tenía idea y vergüenza por no honrar los pasos de las mujeres del pasado que han luchado.
Me sentí mal, tan estúpida, tan fuera de tono, hasta oso me daba con mis papás, con mi esposo. Elaboré mi disculpa, con la cola entre las patas y deseando que se sintiera el dolor y el arrepentimiento en mi corazón.
Las cosas quedaron ahí, como todo lo de redes sociales pasa en poco tiempo y todo volvió a la normalidad.
Después de eso han pasado muchas cosas. Yo ya no escribo esa columna, cumplió su ciclo hace varios años y en mi camino de sanación me reconcilié con mi feminidad.
Claro, eso no fue de un día para otro, ha sido un proceso de sanación que me ha sacado sangre, literal. Pero uno de los procesos más liberadores que estoy segura experimentaré en mi vida.
Mi camino y mi trabajo como facilitadora me ha llevado a trabajar con mujeres, lo que nunca pensé, ese género que me daba miedo porque siempre me “revolcaba”, ahora es mi fuente de nutrición, amor y sostén. Dejé de relacionarme con la sombra del sagrado femenino, ahora la conozco porque también la tengo, pero prefiero enfocarme en esa parte de luz, de diosa, que tenemos todas y que se contagia cuando despertamos.
Hace poco en un círculo lleno de Diosas, sentí hasta ganas de llorar al pensar justo en eso, ¿cuándo iba yo a creer que estaría rodeada de tanta energía femenina? Si me hubieran dicho a los 25 que yo acompañaría a mujeres en su camino de conexión con el sagrado femenino, me habría tirado al suelo de la risa y les habría dicho que “no mamen”.
Mi reflexión de todo esto entra perfecto en el contexto que hoy estamos viviendo, una era en la que nos comenzamos a despertar, porque así como yo muchas mujeres estaban o continúan dormidas. Repitiendo como merolicos creencias del pasado y educando hijos con esos mismos programas que ya hoy huelen a podrido.
Hoy todo este movimiento es Stream y figuras como Oprah, Malala, Michel Obama, Emma Watson etc, nos han ayudado llevar la voz hasta ese punto en el que muchas oigan. En el que las niñas, desde ya, sepan que les queremos dejar un mundo en el que sueñen lo que quieran y vayan por ello.
Lo más importante que tenemos que combatir es en nosotras mismas. Observar nuestro diálogo, cacharnos diciendo frases comunes que van en contra de lo que queremos que sea: que se entienda de una vez por todas que no por ser mujeres somos más débiles, mucho menos que necesitamos un estado civil o ser mamás o que nos digan qué hacer con nuestro vientre y nuestras decisiones. Necesitamos tener las mismas oportunidades y que esa pinchurrienta condescendencia que sigue apareciendo, y mucho, en el discurso masculino, sea un mal chiste del pasado.
Necesitamos que no haya crímenes, ni uno más, que sean cometidos por el solo hecho de ser mujeres. No queremos crímenes, de ningún tipo, pero aquellos cometidos por una creencia de vulnerabilidad de género… es algo que tiene que desaparecer ya. Hay tantas cosas que no terminaría, tantas que ignoraba cuando pensaba que el Feminismo era una exageración, algo innecesario creando mujeres amargadas que odiaban a los hombres.
¿Y cómo podemos levantar la voz desde nuestra trinchera?
Podemos informarnos, podemos expresarnos cuando haya discusiones, podemos educar con el ejemplo, sintiéndonos poderosas y no permitiendo que nada nos robe el ímpetu.
Podemos ayudarnos las unas a las otras a ver situaciones en las que estamos pensando o expresándonos machistamente. Por ejemplo, ¿cuántas veces no dices “deja de llorar como una niña” o algo parecido. O “no seas pussy” (para los spanglisheros).
Todo eso puede parecer gracioso, pero son frases que yo he arrancado de mi lenguaje y que cuando la digo ya mi conciencia solita salta y me retracto. Con mis amigas nos comenzamos a corregir, a ayudar amorosamente a salirnos de la caja de creencias que nos instalaron en la que ellos tienen bastantes más beneficios, desde sutiles hasta los que terminan proyectándose en oportunidades de vida y trabajo.
Así, nos quitamos el cómodo “¿y yo qué puedo hacer?” y comenzamos a hacer algo pequeño, desde nuestra trinchera, informarnos, leer y corregir nuestro pensamiento machista es un gran aporte para esta lucha. No permitirle a tu hija ser más princesa y criarla como la guerrera que en esencia es.
Para mí hablar y decir esto está resultando muy liberador, contarles a todas ustedes de dónde vengo, cuál ha sido mi camino de despertar y poder decir yo también dije que no era Feminista y lo dije como si serlo fuera medio oso, hoy todas tenemos que ser feministas, porque lo que hoy se marque rige a las nuevas generaciones.
Y yo no sé ustedes pero… Me gustaría saber cómo sería un mundo gobernado por hombres y mujeres a la par. Por eso, es fundamental que despertemos, cada día más, sin vergüenza por las actitudes, frases o creencias machistas que aún tengamos, pero con decisión y voluntad para corregirlas, para brindarnos a nosotras mismas la libertad de elegir lo que deseamos.
Hoy es el momento de ejercer. De ejercer ser mujer, de hacer oír nuestra voz, de no callar más porque callando privamos a las demás de nuestra experiencia que siempre será maestra entre nosotras.
Hoy es el día de la mujer, de esa energía que me inspira todos los días a fomentar mi práctica, a aprender más para compartir más y mejor, a ser cada día más mujer, mejor mujer; mujer amorosa, dulce y compasiva, mujer guerrera, fuerte y decidida, mujer que sabe recibir y conoce de vulnerabilidad, mujer que se nutre de ayudar y honra la vulnerabilidad en las demás.
Gracias por el camino, gracias por las piedras, las olas y la calma. Gracias por la claridad y las personas claves que han sido partícipes de la aceptación de esa mujer que soy, de la que quedó después de algunas experiencias que la tornearon pero que hoy se mueve incorporando esa energía femenina y creativa a cada paso.
Para todas las mujeres que me leen y que llevan a su diosa bien guardada en el corazón,
Las honro, las abrazo y las amo.